FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2010


Encuesta Adimark (noviembre, 2009)LA NACION
“Estamos en presencia de un fenómeno de opinión pública respecto al cual no existen antecedentes comparables. Nunca un presidente chileno había logrado estos niveles de aprobación, al menos desde que se realiza este tipo de mediciones”, señalaron los encargados del estudio. Bachelet es "querida" por un 95% de los entrevistados, en tanto un 94% la considera "respetada", mientras que un 82% destacó su capacidad de "liderazgo”.
Un récord de respaldo alcanzó la Presidenta en la medición que el mismo mes del año pasado le dio 42% de apoyo. El gobierno en general marca 69% de aprobación, mientras que el ministro mejor evaluado es Andrés Velasco.
El alza sostenida de respaldo a la Presidenta Michelle Bachelet alcaza su peack en la última encuesta Adimark, marcado un récord de 80 por ciento de aprobación a su gestión durante octubre.
De acuerdo al sondo, el último año de gobierno está siendo también el más exitoso en términos de aprobación ciudadana, ya que en octubre del año pasado Bachelet obtenía 42% de aprobación.
Bachelet se ha transformado en uno de los mandatarios mejor evaluados de la región, siendo su aprobación muy alta en todos los segmentos de la población, pero aún mayor entre las mujeres (85%) que entre los hombres (76%), y entre las personas relativamente más pobres (segmento DE, 83%).
“Estamos en presencia de un fenómeno de opinión pública respecto al cual no existen antecedentes comparables. Nunca un presidente chileno había logrado estos niveles de aprobación, al menos desde que se realiza este tipo de mediciones”, señalaron los encargados del estudio. Bachelet es "querida" por un 95 por ciento de los entrevistados, en tanto un 94 por ciento la considera "respetada", mientras que un 82% destacó su capacidad de "liderazgo”.
El sondeo se hizo vía telefónica a 1.109 personas en sus hogares en todo el país. El margen de error se estima en aproxmadamente 3 %, con un 95% de confianza.
Gobierno: La gestión del Gobierno obtuvo un respaldo de 69 puntos, donde destaca el manejo de la economía con la mayor aprobación (74%), seguido por la conducción de las Relaciones Internacionales (70%).
Al medir la gestión en Educación, sólo se logra 37% de respaldo, mientras Salud marca 36%. Transantiago tiene 33% de aprobación, lo que es bastante comparado con el 9% que marcaba en octubre de 2008.
El control de la corrupción en organismos del Estado apenas es bien evaluado por 21%, mientras que la delincuencia es el ítem peor evaluado, con 12%.
Ministros:Lejos, el mejor evaluado es el titular de Hacienda Andrés Velasco, que marca 71 % de respaldo.Le siguen la ministra vocera de La Moneda Carolina Tohá, con 54% ; y el ministro de Defensa Francisco Vidal (53%).
La peor evaluada es la ministra de Educación Mónica Jiménez, que obtiene sólo 33% de apoyo, en tanto que también el titular de Salud Álvaro Erazo está con baja aprobación (37%).

MICHELLE BACHELET Presidenta de Chile

"Los hombres sienten más una atracción fatal por el poder"
JOHN CARLIN 01/11/2009 Elpais.com
Durante los 20 años transcurridos desde el final de la guerra fría, América Latina ha pasado de ser un continente plagado de déspotas y dinastías políticas a ser uno en el que se impone, de norte a sur, la democracia electoral. Pero lo que no ha cambiado del todo es el ansia de los gobernantes por eternizarse en el poder. Convencidos, como Louis XV de Francia, de que después de ellos, el diluvio, buscan cómo cambiar las reglas del juego para poder presentarse a la reelección. Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, ofrece el caso más notorio, pero su némesis, Álvaro Uribe, de Colombia, también da señales de haber caído en la misma tentación. Igual que Daniel Ortega en Nicaragua y, en su día, Alberto Fujimori en Perú y Carlos Menem en Argentina. Michelle Bachelet, la presidenta de Chile, en cambio, no evidencia ningún interés en prolongar su mandato más allá del límite de cuatro años que impone la Constitución. Pese a que los últimos sondeos le dan un 76% de apoyopopular, un logro mayor en un país hasta hace muy poco partido políticamente por la mitad, la socialista Bachelet no ha sucumbido a la droga del poder. Habrá elecciones en Chile en diciembre y ella abandona la presidencia en marzo, pero afronta los pocos meses que le quedan al mando de su país con filosófica, e incluso risueña, serenidad.
"Al comienzo de mi mandato hubo mucha crítica, subestimación, machismo, sin duda"
"Chile es un país serio y responsable. Hay menos corrupción que en otros, es una realidad"
Si lloraba un presidente, era un hombre sensible; pero si se trataba de una mujer, era una histérica
"No es buena política arreglar las leyes, el mundo político, la autoridad a su tamaño"
Durante una entrevista con EL PAÍS en el palacio presidencial de La Moneda, y una segunda en su casa dos días después, prefirió no hacer comparaciones entre su forma de entender la política y, por ejemplo, la de Hugo Chávez. Con la cautela y sensatez que caracteriza a su Gobierno y a gran parte de su pueblo, insistió en que "nosotros los chilenos nunca hacemos comentarios sobre otros países". No se cortó, por otro lado, a la hora de definir sus principios, que la colocan claramente del lado no del chavismo bolivariano, sino de la izquierda pragmática que gobierna en Brasil y Uruguay, y tampoco tuvo ningún reparo en sugerir que la patología del poder podría quizá incidir con más virulencia en el hombre que en la mujer. Doctora en medicina, ex ministra de Defensa de su país, Bachelet, de 58 años, es simpática y humilde, vivaz y pensativa, cualidades que detectan en ella la gran mayoría de chilenos, razón por la cual han adoptado a su primera presidenta de la historia como la primera madre de la nación. Un detalle durante la primera parte de la entrevista, no muy común en personajes poderosos: al entrar un señor con una bandeja de té, ella misma se interrumpió en medio de una frase, le dirigió una sonrisa cariñosa y le dijo: "Buenos días, Miguel. Muchísimas gracias".
Pregunta. Ya que goza de una enorme popularidad entre el electorado chileno, ¿se le ha pasado por la cabeza cambiar la Constitución de tal modo que pueda repetir en la presidencia?
Respuesta. Creo que en la vida como en la política hay que ser ética y estética. Jamás cambiaría yo una situación para beneficio personal. Si yo alguna vez hubiera pensado que hay que hacer un cambio a la Constitución, habría mandado un proyecto de ley que hubiera entrado en vigor desde el próximo gobierno en adelante, no para el propio. Creo de verdad que no es una buena política que las personas arreglen las legislaciones, el mundo político, la autoridad a su tamaño. Los cambios en las leyes, en las instituciones tienen que ser para mejorar la situación del país, no las situaciones personales. Eso no me interesa, y no estoy de acuerdo.
P. Pero, tras vivir cuatro años la pompa del poder, ¿puede entender esa desesperación de algunos por no abandonarlo?
R. No soy un buen ejemplo para contestar eso. Lo único que quiero hacer en los meses que me quedan es cumplir los compromisos con la gente, porque a eso vine. Ahora... algunos dicen que el poder es sexy. Pero a mí no se me ha generado esa droga. El boato no me impresiona, ni los fuegos artificiales. Lo que sí he visto es que tiene que ver en algunos casos con la ambición personal, que puede ser ambición de fama. También he visto que hay en esto algo vinculado al género. No sé si es un tema de la naturaleza, o si es cultural, antropológico o biológico, o está relacionado con el momento de la historia en el que estamos. Pero he visto habitualmente en el trabajo (aunque, debo de insistir, hay de todo) que en general las mujeres se relacionan con el poder más desde la óptica del servicio a los demás.
P. ...Mientras que el hombre...
R. No quiero caricaturizar..., pero... parece ser que en el caso del hombre se ofrece una suerte de atracción fatal más potente por el poder. Le pasa una cosa distinta (aunque insisto en que hablo en términos generales, y hay excepciones). Se le produce una atracción por el poder que vive de manera diferente de una mujer. No estoy hablando de presidentes de la república. Lo he visto en jefaturas diversas, ministerios, muchos sitios: hay gente espléndida, encantadora, que cuando llegan a un cierto cargo se transforman en pequeños dictadores. Algo les pasa con las alturas. Llegan y se marean. No es que no pase con las mujeres, pero mi pregunta es si las mujeres no han tenido todavía suficiente exposición al poder para mostrar estas características, si a lo mejor es sólo un problema de tiempo, os es que hay algo más ontológico.
P. ¿Cuál cree que es la respuesta?
R. Éste es un juicio empírico; no pretendo armar una teoría, pero... Hay una mujer llamada Gilligan que ha hecho estudios de neurociencia basándose en observar cómo el niñito y la niñita resuelven los conflictos en los jardines infantiles. Ella dice que todos quieren resolver el conflicto (por eso no digo que los hombres llegan al poder a hacer una cosa mala y las mujeres una buena), pero las mujeres, cuando resuelven un conflicto, buscan el win-win solution. Buscan que el resultado sea bueno, pero no a costa de muchos heridos en el camino, sino de que ojalá todos salgan ganando. En cambio, los hombres se preocupan más por el resultado que por el proceso. No quiero asegurar que esto sea completamente cierto. (¡Y no digo que las mujeres son mejores que los hombres!). Pero lo que sí quiero decir es que creo que hay que buscar el mejor aporte de mujeres y de hombres, porque aparentemente hay algunos rasgos de liderazgo que pueden ser distintos, y con liderazgo complementario una sociedad puede hacer más cosas.
P. Un rasgo típicamente masculino de su presidencia que los chilenos han resaltado últimamente, tras el regocijo nacional por la reciente clasificación de Chile para el Mundial de Suráfrica el año que viene, es que usted ha invertido más que cualquier presidente anterior en el fútbol, concretamente en la construcción de estadios nuevos. Explique esto.
R. Como médico, entiendo que el deporte es esencial para la salud física y mental. Así se genera una sociedad más sana y más integrada, y por eso mi apoyo al fútbol. Mi percepción es que hay que hacer una sociedad en Chile que garantice derechos, y derechos sociales y económicos, pero también el derecho al deporte, a la recreación, lo que hace que la gente sea un poco más feliz.
P. En los últimos años ha surgido el concepto de la economía de la felicidad, algo intangible más allá de las estadísticas...
R. Es muy importante porque a veces uno mira a un chileno, la imagen que hay de Chile en el exterior, que es la imagen que tenemos de nosotros mismos, y ve que somos hipercriticones. Siempre vemos el vaso medio vacío y no medio lleno. Es un elemento cultural, porque uno va a otros países y ve otras cosas. Le doy un ejemplo. Un embajador de mi país en otro país latinoamericano (prefiero no decir cuál), donde había miles de problemas, mucha pobreza, me dijo que veía a todo el mundo feliz; que su chófer estaba siempre feliz. Le preguntó al chofer: "¿Por qué ustedes son tan felices teniendo tantos problemas?", y el chófer le dijo: "Entonces, ¿usted quiere que, además de pobres, seamos miserables?". ¡Es buenísima la anécdota! En cambio, nosotros somos mucho más serios, tenemos una estructura distinta, y eso tiene la dificultad de que a veces no nos sentimos orgullosos de lo que hemos sido capaces de construir. Pero tiene de bueno por otro lado que somos serios, que respetamos las normas, que somos exigentes con nosotros mismos, que no nos quedamos con las respuestas fáciles ni con los aplausos. Y eso nos ha permitido que las instituciones funcionen. Y si las instituciones no funcionan, hay una crítica lapidaria; y por estas razones, en parte, a Chile le ha ido bastante bien, ha hecho las cosas que ha hecho, ha sido capaz de recuperar la democracia y reconstruir el país.
P. ¿Y capaz de ser feliz también?
. Es un tema importante. Cuando yo voy al terreno y la gente en la calle me abraza, cariñosa, y me dice: "Sabe que éste es un país al que le ha ido bien, pero nosotros necesitábamos algo más humano, más calentito, más arropadito, como las mamás". En el fondo, eso quiere decir que no nos basta con ser exitosos en la economía, también queremos algo para ser un poco más felices.
P. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo hace un par de años que las empresas españolas estaban "a gusto" en Chile porque trabajan en un país "serio y moderno", "un ejemplo para Latinoamérica y para el mundo"... Uno ve a Chile desde lejos y tiene la impresión de que es el alumno prolijo, serio, en una clase en la que hay bastantes gamberros...
R. Esos factores que hacen que Chile sea menos alegre de lo que podría ser también son positivos porque dan un contenido de seriedad, de desarrollo, que nos sirve a la hora de que los inversionistas tienen que elegir en qué países entrar. El chileno es autoexigente, las cosas pasan de manera bastante ordenada, articulada, estructurada, y además hay un nivel educacional muy bueno desde hace muchos años atrás, con altísima cobertura. Entonces los valores se aprenden desde muy chico en el colegio, el valor de la institucionalidad, que es la clave en esto. Una pregunta que me interesa mucho es por qué tiene Chile menos corrupción que otros países. Fuimos todos colonias españolas, las iglesias son las mismas... Pero es una realidad, y es algo muy antiguo: Chile es un país serio y responsable, y desconozco exactamente por qué. Me gustaría estudiar la cuestión más a fondo algún día.
P. En un continente en el que sigue teniendo mucho peso la ideología, su Gobierno parece definirse por el pragmatismo. ¿Cómo definiría su filosofía económica?
R. Si uno quisiera resumirlo en un concepto, diría: crecer para incluir, incluir para crecer. Equilibrio macroeconómico, cuentas saneadas, responsabilidad fiscal: todo esto, claro. Pero, a la vez, con políticas sociales muy fuertes que, a medida que crece el país, van incluyendo a todos, y que al mismo tiempo den confianza e incentivos a la inversión doméstica y externa y a la empresa privada. Siempre, también, con las regulaciones necesarias, luchando contra los abusos y la corrupción. O sea, buscar eficiencia económica, pero a la vez protección. Y entender que en un país de 16 millones no se vive del consumo interno. Tenemos más de 56 tratados de libre comercio con el mundo. Pensamos que es buena la globalización y hay que buscar oportunidades. Creemos que el libre comercio es una oportunidad. Hay países que lo ven como una amenaza.
P. Repitiendo, entonces, ¿el pragmatismo por encima de la ideología...?
R. Para mí, a los 20 años de edad, pragmatismo era una palabra grosera. Pero hoy le doy otro tono. Me encanta lo que decían los griegos: "El pragmatismo es la capacidad de hacer realidad los sueños". ¡Es verdad! Al final, no es cuestión de ser pragmáticos por ser pragmáticos, sino que gracias a ello hemos logrado disminuir fundamentalmente la pobreza, hemos logrado hacer un país que se desarrolla. Yo mantengo los mismos sueños que siempre, pero he aprendido que los instrumentos pueden ser otros. Este pragmatismo ha permitido cambiar la cara de este país.
P. ¿Cuál ha sido el mayor logro político de su presidencia? ¿Tendrá que ver con la unificación de un país que hasta hace muy poco estuvo partido en dos por el fenómeno Pinochet?
R. Hemos avanzado mucho en el reencuentro entre esos dos Chiles. El entendimiento llega a través del diálogo o, cuando el diálogo no es posible, a través de mecanismos democráticos y pacíficos que tenemos para resolver nuestras diferencias. Siempre he sido una persona que ha buscado el diálogo, los puntos en común. Desde chica, incluso. La empatía, ponerse en los zapatos del otro: eso para mí es natural. En unas clases de resolución de conflicto en las que participé en Estados Unidos entendí que una de las cosas que más le costaba a las partes era tratar de entender qué es lo que de verdad estaba pasando, más allá de lo que se decía. Insisto: uno tiene que tratar de ponerse en los zapatos del otro para buscar la fórmula.
P. ¿El resto del mundo político ha entendido el mensaje?
R. Esto para mí es muy importante y muy central. Por eso uno de los proyectos para nuestro bicentenario que estoy haciendo es el museo de la memoria. Se llama La memoria y los derechos humanos y será un museo gráfico, vívido para mostrar lo que pasó en nuestro país. Por un lado, mucha tragedia, dolor y muerte, pero para terminar en un discurso que yo permanentemente señalo: que depende de nosotros cuidar lo que hemos sido capaces de construir, que es un país más aceptador de la diversidad, un país que saca las lecciones del pasado. Los parlamentarios rivales se pueden decir de todo en el terreno político, pero en un partido de fútbol se abrazan. Muchas veces, cuando viajo fuera, llevo parlamentarios de todos los partidos, y así se generan las condiciones para hablar en otro plan. Hay que buscar los espacios para consolidar esta tendencia.
P. Volvamos a su condición de mujer. Usted es una mujer presidente en un continente -un mundo- machista. ¿Habrá sufrido, como Hillary Clinton señalaba, eso de que la gente se fija menos en lo que dice que en su pelo, su ropa?, ¿habrá tenido que soportar actitudes paternalistas o incluso quizá haya sacado ventaja de una tendencia a subestimarla?
R. Ha habido todo lo que usted menciona, ¡por supuesto! Desde críticas al pelo, la ropa, el peso... Aquí ha habido gente de la política, hombres, de un cierto peso, pero eso era sinónimo de poderoso. En cambio, una mujer es una gorda. Si a un presidente, un hombre, en un momento muy emocionante se le llenaban los ojos de lágrimas, era un hombre sensible; en cambio, una mujer era una histérica. Estoy contando lo que salía en la prensa, no fantasías mías. Yo podría contar millones de anécdotas de este tipo.
P. Tremendamente frustrante, ¿no?
R. Sí, pero me doy cuenta de que tiene que ver con lo nuevo, lo inédito, con que la gente se maneja con códigos masculinos para relacionarse con el poder. Si uno daba una instrucción en una voz tranquila, no siempre el que le escuchaba, si era hombre, se daba cuenta de que era una orden. U otros que se resienten claramente, que se resisten a la jefatura femenina. Al comienzo hubo mucha crítica, prejuicio, machismo, subestimación, sin duda. Una vez, uno, creyendo que me estaba diciendo un tremendo piropo, me dijo: "Usted es de lo más inteligente que he conocido como mujer". . Pero yo creo que es la experiencia de todas las mujeres del mundo que trabajan, que son profesionales. Tienen que trabajar el triple y ser triplemente buenas para que las reconozcan. Me pregunto: ¿será la manera en la que las mujeres nos planteamos los temas?, ¿será algo en la estructura del pensamiento para que lo mismo dicho por un hombre suene maravilloso y dicho por una mujer no logra convencer? No sé...
P. Pero ¿se ha avanzado desde aquellos comienzos? Usted ha sido una pionera, la primera mujer en América Latina no casada con un ex presidente que ha llegado a la presidencia. ¿Ha allanado el camino para las que siguen?
R. ¡Sí! Y ha sido maravilloso, y a mí que soy médico -soy pediatra- antes las niñas me decían: "¡Quiero ser como tú, quiero ser doctora!". Ahora me dicen: "¡Quiero ser presidenta!". Ha sido un proceso, paso a paso, día a día. Hoy vemos que ha habido un cambio cultural. Las mujeres tienen la autoestima más elevada. No hay veto ahora. Todo es posible. Y lo interesante hoy es que ya no es un tema. Creo, de verdad, que ya no lo es.

HERTA MULLER - Premio Nobel Literatura 2009

Cada palabra sabe algo sobre el círculo vicioso
Por Javier Claure C.
La ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, Herta Muller, al recibir la noticia del prestigioso premio comentó: “Estoy sorprendida. Me he quedado muda, pero prometo recuperar el habla el 10 de diciembre, en el momento que me entreguen el premio”. Muller recuperó el habla tres días antes de lo indicado, cuando leyó su discurso Nobel a las 17:30
(hora sueca) en la misma sala donde se anunció el premio el 8 de octubre.
A la hora establecida se abrió una puerta y junto al secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, salieron para dirigirse hacia la tarima, desde donde se pronunciaría el discurso. Y en cuyo frente estaban sentados los miembros de dicha Academia. Englund inició el solemne acto con unas breves palabras: “… según mi opinión, hay dos tipos de escritores: los que escriben porque esa es su vocación, y los que escriben porque están obligados… ”. Sin lugar a dudas, la segunda afirmación es una referencia a la obra de la flamante ganadora del premio. Muller vestida de negro tomó posición, saludo al numeroso público y, en alemán, empezó a dar lectura a su hermoso ensayo sobre el pañuelo. Un ensayo que más parece ser una alusión a las peripecias que el ser humano atraviesa en su paso por la Tierra. Para entonces, el público tenía en sus manos un ejemplar del ensayo (de nueve hojas) que repartieron en diferentes idiomas. Un compacto silencio cayó sobre la sala y lo único que se escuchaba era el sonido del papel, cuando el público descompasadamente seguía la lectura y daba vueltas las hojas. Herta Muller convencida de haber captado la atención de su auditorio; levantaba la vista, de vez en cuando, y así se aseguraba que la audiencia estaba entendiendo su discurso. Con voz firme y una mirada melancólica pronunciaba palabras. De sus labios pintados color rojo salían expresiones que llamaban a la reflexión:
-¿Tienes un pañuelo? Me preguntaba mi madre cada mañana en el portón de mi casa, antes que saliera a la calle. Yo no lo tenía y entonces regresaba a mi cuarto y sacaba un pañuelo. No lo tenía el pañuelo cada mañana, ya que cada mañana esperaba esa pregunta. El pañuelo era la prueba de que mi madre me protegía por la mañana. Durante el resto del día y los demás quehaceres cotidianos quedaba a merced de mí misma. La pregunta ¿Tienes un pañuelo? era un afecto indirecto. Uno directo hubiera sido molestoso, cosa que no existía entre los campesinos. El amor se disfrazaba de pregunta. Solamente de esa manera podía ser expresado, así seco y determinante como una orden de trabajo. Esa voz áspera de mi madre enaltecía la ternura. Cada mañana estaba yo en el portón de mi casa, una vez sin pañuelo y una segunda vez con el pañuelo. Solo así salía a la calle, como si en el pañuelo estuviera mi madre protegiéndome.
El pañuelo, ese pequeño trozo de tela que tiene una infinidad de funciones utilitarias, nos acompaña en diferentes circunstancias de la vida. Tenemos por ejemplo: el pañuelo de la novia, del mago, de la mujer musulmana, de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina etc. El pañuelo que nos sirve para secar nuestras lágrimas, el sudor de la frente o simplemente, como en algunas películas del romanticismo, el pañuelo de la amada que lo deja caer inadvertidamente para que el novio lo levante y le entregue a ella con un suspiro de amor. Para Herta Muller, la pregunta cotidiana ¿Tienes un pañuelo? se había hecho un ritual. Significaba una simbiosis implícita de amor entre su madre y ella. El pañuelo era una especie de filtro que insuflaba ternura y aprecio entre ellas. Por lo demás, muy necesario en un ambiente frío y casi inhumano.
Herta Muller víctima de la represión, humillación y chantaje de la Rumania de Nicolau Ceaucescu cuenta, en este ensayo, sus amargas experiencias desde que se negó a colaborar con la Securitatea Statului (el Servicio Secreto del régimen comunista rumano). Por aquel entonces trabajaba como traductora en una fábrica de maquinarias hidráulicas.
Y continua:- A las cinco de la mañana me levantaba, porque mi trabajo empezaba a las seis y media. Por las mañanas resonaba el himno nacional en el patio de la fábrica a través de unos parlantes. En las pausas para comer se escuchaba los coros de los obreros. Pero los obreros que estaban comiendo, tenían los ojos vacíos como una plancha metálica, las manos sucias de aceite y su comida estaba envuelta en papel periódico. Antes de comer un pedazo de tocino, le quitaban la tinta del periódico raspándola con un cuchillo. Al tercer año de trabajo, en el transcurso de una semana, muy temprano por la mañana, un hombre de ojos azules, gigantesco y macizo, entró tres veces a mi oficina con los ojos centellantes.
La primera vez que entró, me insultó de píe y se marchó. La segunda vez; se quitó la chaqueta, la colgó en la llave de un armario y se sentó. Aquella mañana había llevado a mi oficina unos tulipanes de mi casa y los estaba acomodando en un florero. El hombre me observó y elogió mi inusual conocimiento del ser humano. Su voz era resbaladiza. Sentí angustia. Proteste contra su elogio y le aseguré que conocía algo de tulipanes, pero no así del ser humano. Entonces me dijo
maliciosamente que él me conocía mejor que yo a los tulipanes. Luego cogió su chaqueta y se marchó. La tercera vez se sentó y yo me quedé parada, porque había puesto su maletín en mi silla. No me atreví a ponerlo en el suelo. Me insultó y me trató de tonta, holgazana y de ser prostituta como una perra callejera. Empujó los tulipanes casi hasta el borde de la mesa, en cuyo centro puso una hoja de papel vacía y un lápiz. Y exclamó: “escribe”. Escribí de píe lo que él me iba dictando, mi nombre, mi fecha de nacimiento y mi dirección. Y luego independientemente de mis parientes; no diría a nadie que…, y entonces soltó la horrible palabra colaborez, iba a colaborar. Esta palabra no la escribí. Dejé el lápiz a un lado y me dirigí hacia la ventana, a través de la cual veía la polvorienta calle. No estaba asfaltada. Se veían los baches y las casas cayéndose. Esta calle llena de escombros se llamaba Strada Gloriei (calle de la gloria). En esta gloriosa calle un gato estaba sentado en la rama de un árbol. Era el gato de la fábrica y tenía una oreja malograda. Sobre él brillaba el sol matinal como un tambor amarillo y dije: “N-an caracterul”, no tengo ese carácter. Se lo dije a la calle. La palabra carácter, le puso histérico al empleado del Servicio Secreto. Cogió el papel, lo rompió y arrojó los pedazos al suelo. Probablemente se acordó que debía presentar a su jefe, la prueba de que había intentado reclutarme para sus filas de espionaje.
Y pues se agachó, recogió todos los trozos de papel y los guardó en su maletín. Luego suspiró profundamente y, al verse perdido, arrojó el florero con los tulipanes contra la pared. Se rompió y rechinó como si hubiera dientes en el aire. Con el maletín bajo el brazo vociferó en voz baja: “te arrepentirás de esto. Te ahogaremos en el río”.
Me dije a mi misma: “si firmo ese papel, no podré vivir conmigo… y tendría que hacerlo yo. Mejor que lo hagan ellos”. La puerta de la oficina se quedó abierta y el hombre ya no se encontraba allí. Y afuera en la Strada Gloriei, el gato había saltado de la rama del árbol a un techo.
La rama se mecía como un trampolín. Al día siguiente empezó el infierno. Yo debía
desaparecer de la fábrica. Cada mañana a las seis y media, debía presentarme ante el director de la fábrica. Con él estaban, cada mañana, el líder del sindicato y el secretario del Partido. Al igual que mi madre me preguntaba ¿Tienes un pañuelo?, ahora cada mañana el director me preguntaba: ¿Estas buscando otro trabajo?. Y yo le contestaba cada vez lo mismo: “ No estoy buscando trabajo. Me siento bien en la fábrica. Quiero trabajar aquí hasta mi jubilación”.
Una mañana cuando llegué al trabajo, mis voluminosos diccionarios estaban en el suelo del corredor cerca de la puerta de mi oficina. La abrí y en la silla de mi escritorio estaba sentado un ingeniero. Me dijo: “Aquí se golpea la puerta antes de entrar. Ahora estoy yo y tú no tienes nada que hacer en esta oficina”. No podía marcharme a casa, porque entonces habrían tenido un pretexto para despedirme por haber faltado sin permiso. Ya no tenía mi despacho. Ahora estaba obligada, más que nunca, a llegar a tiempo al trabajo. Bajo ninguna circunstancia debía ausentarme. En el trabajo creían que yo era una espía. Este rumor había cundido entre mis compañeros de trabajo. Eso era lo peor. Contra los ataques uno se puede defender, pero en cambio contra las calumnias uno es impotente. Todos los días estaba
dispuesta a todo, incluso hasta la muerte. Dado que yo no podía faltar al trabajo, y al mismo tiempo ya no tenía acceso a mi oficina, empecé a recorrer las gradas de arriba abajo. De pronto volví a ser la hija de mi madre, porque tenía un pañuelo en el bolsillo. Lo extendí en una grada entre el primer y segundo piso. Lo planché con mis manos y me senté encima. Coloqué mis diccionarios en las rodillas y empecé a traducir las descripciones de máquinas hidráulicas. Yo era un chiste sentada en las gradas y mi oficina era un pañuelo… Pero la escritura empezó en el silencio,
en aquella escalera de la fábrica donde tuve que sopesar y decidir conmigo misma…

Herta Muller tuvo una niñez y una adolescencia traumática después de la Segunda Guerra Mundial. Su padre perteneció a una fracción militar del Partido Nacionalsocialista de Hitler y posteriormente ahogó sus penas en el alcohol. Su madre fue deportada a una república de la ex Unión Soviética en 1945, donde pasó cinco años en un campo de trabajo forzado. Y claro, el tema de la dictadura, los mecanismos de control, la persecución y los atropellos a los Derechos Humanos son argumentos recurrentes en su escritura. Reconoce que fue primero humillada por su padre alemán y otra vez humillada y engañada por el silencio de la historia rumana.
El permanente secretario de la Academia Sueca, Peter Englund, no se equivocó al afirmar implícitamente que Herta Muller es una escritora que escribe porque está obligada a dar testimonio de su vida. Y ella misma asegura esta aseveración con las siguientes palabras:
“… Nunca he escrito porque yo quería ser escritora. Escribo porque me he acostumbrado ha hacerlo. Lo que has vivido bajo una dictadura no se olvida cuando arrancas una hoja del calendario. El tema de mi escritura no lo he elegido yo, se me echó encima por el empeño del aparato represor de una dictadura. Perdí el miedo después de que empecé a escribir, y eso es muy importante para mí”. O sea en la dictadura de Ceaucescu, la libre palabra no tenía lugar exacto y Muller empezó, en secreto, a hilvanar sus pensamientos en un pañuelo. Mientras Rumania le cerró las puertas y censuró sus primeros libros, Alemania le abrió sus alamedas en 1987, y allí empieza una fantástica carrera literaria con una veintena de libros en su haber.
Muller describe muy bien el efecto de las violaciones humanas, y dice no confiar en el lenguaje, simple y llanamente, porque ha experimentado que el lenguaje es flexible y muchas veces dudoso. Durante el totalitarismo de Ceaucescu, fue precisamente el lenguaje un arma de opresión. Pero al mismo tiempo acepta que con el lenguaje se puede detallar la vida e influir en las personas de manera que recuerden lo que uno escribe. “Estoy obsesionada para lograr eso”, aseguró. Y es justamente esa sensibilidad en el lenguaje que crea procesos de sensibilidad en el lector.
- En mis escritos he tomado en cuenta cosas que me han ocurrido en Rumania, cosas que están ahí en mi cabeza. Tenemos que continuar preguntándonos ¿Cómo fue posible?. No puedo fingir que esa pregunta no existe, comentó.
En definitiva, los escritos de Herta Muller están relacionados con una época perteneciente al oscurantismo del siglo pasado. Y; a la suerte del inmigrante en un país extranjero. Pero de una cosa debemos estar seguros: este testimonio nunca más se repetirá.

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