Fuente: The Clinic 25 Marzo 2010
POR PATRICIO FERNANDEZ Y VERÓNICA TORRES • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES
Dejó su mandato entre medio de los aplausos de la gente en La Moneda. Mujeres y hombres que levantaban pañuelos y lloraban al verla partir. En un Congreso alterado por tres fuertes réplicas y una alerta de maremoto, le entregó el poder a Piñera. Y, muchos concuerdan que el día quedará marcado como uno de los más extraños en la historia del país. Por primera vez desde que dejó la presidencia, Michelle Bachelet reflexiona sobre estos cuatro años que terminaron abruptamente con el terremoto; sobre la derrota de la coalición que representa, las críticas de la derecha y, por supuesto, sobre su futuro: ayudar a la reconstrucción del país desde una fundación que tiene como nombre tentativo Dialoga.
Partamos por el cambio de mando, ¿cómo fue ese día?
Fue como un día más de trabajo acelerado. Llegué temprano a La Moneda, nos sacamos las últimas fotos con los ministros y los subsecretarios, los escoltas, la gente que trabaja conmigo. Hubo una despedida muy bonita, pero todo lo que había pasado le dio una característica particular. Cuando un gobierno se termina, los gobernantes, imagino, van teniendo el tiempo de dejar todo bien cerrado y traspasarlo al gobierno que viene; pero nosotros, a causa del terremoto, trabajamos hasta el último día con la intensidad de los cuatro años. Incluso sin almorzar, con una actividad muy fuerte, y bajar de eso a un día protocolar, que tenía otro ritmo, aunque intenso también, es lo que lo hacía curioso.
Afuera de La Moneda, ¿qué le gritaba la gente?
Bueno, cosas que la gente dice, “¿por qué no se quedó?”, en fin. Y bueno, les contestaba, porque la democracia es así, porque no mando la ley y porque no creo en las leyes hechas a la medida de nadie.
Esas las hacen en Venezuela…
Ja, ja, ja… Las hacen en varias partes…
Fue muy impresionante ver a las mujeres con pañuelos blancos, levantando su foto, pidiéndole que por favor volviera el 2014. ¿Se imaginó alguna vez una imagen como esa?
Yo quiero decir que desde que empezó a quedar claro que el gobierno se iba, ese clima me tocó verlo permanentemente en terreno. Incluso en el terremoto, donde la gente estaba y está asustada, triste, sin saber lo que venía, igualmente la presencia de la Presidenta ahí era algo lleno de ánimo y entusiasmo. Las mujeres en todas partes no me hablaban del terremoto, me decían “gracias por estos cuatro años”… Y, efectivamente, me regalaron pañuelos blancos, me decían “se los paso para que se despida” y la verdad es que tengo guardados como 15 pañuelos que me regalaron. Todos muy bonitos, con dibujos, flores. También había hombres mayores y jóvenes. Le diría que fue impactante, emotivo y comprometedor con la gente…
¿La primera réplica la agarró en el auto camino de Valparaíso? Convengamos que ese día debe ser uno de los más raros de la historia de Chile.
Sí, me tocó una réplica en tierra y otra en el auto. Cuando estaba llegando con los honores hasta la puerta del Congreso veo inquieta a la gente que estaba haciendo pórtico y que se movían para todos lados… entonces se escuchó a los escoltas decir “está temblando”. Pero yo no sentía el movimiento, porque el auto iba andando e iba saludando a la gente. No veía el edificio moviéndose, pero cuando subí al estrado, Jorge Pizarro me dijo “hay alerta de tsunami. Estemos pendientes por si hay que evacuar”. Era un clima muy raro, pues. Además, todo el mundo creía que seguía temblando. Yo no alcancé a ver lo que otros vieron, a los presidentes que querían arrancar, eso me lo han contado.
Algo pasó con la piocha de O’Higgins.
No tenía el ganchito. Lo que pasa es que las bandas son personales, porque las personas tienen tamaños y anchuras distintas. Y yo a él (Piñera) le había dicho hace tiempo que se mandara a hacer una banda, porque la que me podía quedar bien a mí, a él le podía quedar mal. Imagínese si yo me hubiera puesto la del presidente Lagos: me habría caído por el suelo, porque soy chica… Yo me había estudiado el protocolo de la ceremonia y sabía que tenía que firmar, sacarme la piocha, dejarla en la mesa, sacarme la banda y después el presidente del Senado le ponía la banda a él, pero no estaba la banda, ja,ja,ja. Alguien después me dijo ¡qué tanto hablaban! y yo le decía “Sebastián, ¿tienes tu banda por ahí? Porque ahora viene…”
Cuando usted sale de ahí, ¿cómo sigue el día?
Decidimos irnos a almorzar todos juntos: ministros, subsecretarios, jefes de servicio, y ex jefes de servicio que lo único que querían era estar en el cambio de mando. Pero a nosotros nos dieron muy pocas entradas para el Congreso, tan solo veinte.
¿Quién daba esa entrada?
El presidente del senado, Jovino Novoa, él las distribuyó
Les dieron bien poquitas.
Por lo tanto, mucha gente que quería estar con nosotros ese día no pudo estar.
Popularidad y gobierno
¿A qué atribuye su alto nivel de popularidad?
Puede ser una arrogancia hacer una interpretación inmediata sobre los hechos, pero yo diría que tiene varias razones que he percibido. Lo primero, es que siempre me entendí como la Presidenta de todos los chilenos, de los que votaron por mí y de los que no. Segundo, mi opción permanente fue llamar a todas las fuerzas políticas a pensar en el país y no en intereses mezquinos, pequeños, individuales. Lo tercero, la cercanía con la gente, desde la forma de hacer la política hasta la manera de relacionarse personalmente, y lo cuarto, que resume todo lo anterior, fue poner a la gente y sus necesidades en el centro de las preocupaciones. Y siento que eso fue percibido.
La gente la quiere, pero durante sus salidas a terreno también le demostraron sus enojos. Hubo episodios complicados como el de Chiguayante, ¿cómo resolvió esos momentos?
Lo de Chiguayante fue una niña, no fueron 300 personas. Y ella reclamó porque los bomberos me habían saludado y habían parado, momentáneamente, su trabajo en un lugar donde se había caído el cerro sobre sus bomberos y sobre una familia. Y yo le podría hablar de Aysén, de Chaitén, de Villa Santa Lucía, donde una señora se me acercó muy enojada y yo le dije “déjeme contarle” y me dijo “No, vine a desahogarme. No quiero escuchar lo que me quiere decir” y se fue. Ahora, a mi juicio eso viene con el cargo. Y ahora para el terremoto esto es muy importante, porque lo vi focalizado hacia autoridades locales, no conmigo. Cuando uno enfrenta una tragedia brutal, necesita sentir que hay otro responsable para apoyarse y también para culparlo. Y no me refiero a Dios, me refiero a que uno tiene que estar para las buenas y para las malas. Porque no creo en la política de un Presidente, o la política en cualquier nivel, en que a uno le arman un estudio y hace lo que tiene que hacer, todo perfecto, impecable. Creo que el liderazgo se ejerce también frente a situaciones como un terremoto, o como Chaitén, donde hay que jugar el rol de contener el daño afectivo que se ha generado. Entonces, si alguien insulta o eleva el tono, es parte de lo que un liderazgo tiene que asumir. Hay que enfrentar también la rabia, porque eso es parte de la vida de los seres humanos.
Pero hubo un proceso de cambio en la percepción de su gobierno, que partió siendo muy criticado, ¿Cómo fue ese comienzo y en qué momento se empieza a producir el giro?
Desde el inicio busqué darle un carácter a mi gobierno; desde las personas que nombré hasta la manera de hacer las cosas, que tuviera que ver con lo que yo representaba y por lo cual la gente me había elegido, que era una manera determinada de relacionarme con la política y con los ciudadanos. En muchas partes había escuchado “queremos nuevas caras, nuevos rostros, en el fondo, gente como usted, que tenga esa manera de relacionarse con nosotros, porque le creemos”. Y para mí en la política, la credibilidad es un punto central y uno tiene que cuidarla cumpliendo los compromisos. Yo aposté a un gobierno paritario, al trabajo con comisiones, a tener un grupo de asesoras presidenciales para que los proyectos de ley no se trabajaran entre cuatro paredes, con cuatro técnicos, sino que convocáramos a un conjunto de actores involucrados de distintos niveles para pensar en algo tan trascendental como la Reforma Previsional, que pudo estar varios años en el Parlamento, pero en un año la sacamos para los pensionados y dueñas de casa. Esas son maneras de hacer política. Y muchas de las críticas vinieron de la oposición, con la Teoría del Desalojo. No duró nada la luna de miel, pero también esto vino del mundo nuestro, donde sintieron que estas nuevas maneras y nuevos códigos, incluso, este tema de lo ciudadano, fue percibido como una amenaza a la estructura tradicional. Los partidos políticos no compartían con nosotros la idea del mayor empoderamiento ciudadano. Entonces, si bien logramos hacer todo aquello que dependía del gobierno, hubo proyectos de ley que mandamos al Parlamento que no fructificaron y que iban en el mismo espíritu: la ley de participación ciudadana, donde pudiera haber iniciativa popular de ley, con firmas serias, el que hubiéramos podido hacer mucho más los blue papers, o green papers, es decir, que las políticas puedan estar mucho más al acceso de la ciudadanía. En tecnologías modernas hicimos bastante, pero mucho menos de lo que hubiera querido. Y creo que todas esas cosas nos hacen bien como democracia, no ponen en riesgo la institucionalidad básica, pero sí exigen a los partidos políticos tener una red de inserción, una base social mucho mayor de la que hoy existe.
Transar es una parte bien importante de gobernar, ¿qué cosas que no pudo hacer lamenta?
Hay que pensar que ganamos el gobierno con mayoría en Parlamento, pero al cabo de un año perdimos esa mayoría con las separaciones internas de la DC y el PPD. Obviamente, siempre he pensado que el ser mayoría no significa imponer la visión de un sector, sino decir que ésta es nuestra propuesta y acordar los máximos niveles de acuerdo posible. No todo lo que queríamos hacer se pudo, porque no se llegó a acuerdo, como el voto de los chilenos en el exterior, el cambio al sistema binominal, la incorporación de las mujeres más masivamente a la política.
¿Por qué en su gobierno no se habló de aborto?
Porque yo llevé adelante el programa de gobierno y ese programa de gobierno no era el de una persona, Michelle Bachelet, sino el programa de una coalición. Y el programa de gobierno que se hizo fue aquél que pudiera ser aceptado por el conjunto de los partidos y, por lo tanto, eso no estuvo puesto porque no fue aceptado por uno de los partidos.
¿Llegará el día que tengamos la posibilidad de hablarlo seriamente?
Yo creo que debiera debatirse y lo dije como Presidenta, no sólo como ex Presidenta, en la Cumbre Progresista de Viña del Mar. Ahí dije, en la conferencia de prensa, que el tema debía debatirse. ¿Cómo va a ser que no podamos debatir? Ese es uno de los problemas que yo veo: la ausencia de debate. Aquí hay gente que escribe opiniones, opinólogos, pero no hay debate.
¿Que debate echa de menos además del aborto?
Un debate más amplio sobre ética y política, negocios y política, un debate ahora sobre la reconstrucción de Chile y del país que queremos hacia adelante. También sobre el progresismo, que es un tema que me interesa a mí, quizás no a todos.
¿Usted es de izquierda?
Sí.
¿Y eso a estas alturas como lo entiende?
Como lo he entendido siempre: como la capacidad de llevar adelante los sueños y hacer realidad los sueños de la gente. Eso significa que tengo los mismos anhelos de justicia, de solidaridad, que siempre he tenido, pero entendiendo que el mundo ha cambiado, que los instrumentos con los cuales uno puede llevar esos sueños adelante son diferentes. Siempre he dicho que soy una mujer pragmática, aunque años atrás la palabra pragmatismo me daba asco, la consideraba una palabra casi sucia. Me gusta en el sentido de los griegos, de llevar a la realidad los sueños, de avanzar todo lo que se pueda por entregar una mejor calidad de vida a la gente. Eso me parece mucho más útil que hacer un discurso lleno de estridencia, que no lleva a nada.
¿El suyo fue un gobierno de izquierda?
Fue un gobierno progresista que buscó acercar a la gente a mayores niveles de igualdad a toda edad y a toda condición. A mí no me importan los apellidos que le coloquemos a las cosas. Las palabras que me gusta usar a mí son las palabras que puedan realmente incluir. Por eso, siempre hemos dicho que la Concertación es de centro izquierda; de gente un poco más de izquierda, más moderada, pero que todos quieren algo en común. Hay gente que es cristiana y hay gente que no lo es, pero tienen los mismos rasgos: eso que los que no somos religiosos llamamos humanismo.
CUBA
¿Cuál es su posición frente al gobierno cubano?
Nunca he tenido dudas en condenar enérgicamente si es que hay atropellos de los derechos humanos en cualquier país del mundo. Y respecto a Cuba, durante mi gobierno hicimos lo que teníamos que hacer, diferenciando los estamentos, los lugares y los momentos.
¿Es una dictadura la cubana, o no?
Creo que es un gobierno donde hay restricción de libertades civiles y políticas, efectivamente; donde hay un amplio aspecto social en que la gente tiene garantizadas condiciones de educación mejor que en otras democracias. Tienen los más altos indicadores de salud de America Latina, pero hay una restricción importante de libertades civiles y políticas, y esos temas no son temas que yo haya dejado pasar en mi relación con las autoridades. Sólo que hay gente que tiene el rol de las vocerías, de los discursos, de las declaraciones estridentes. Hay otros, como yo he entendido mi rol no sólo con Cuba sino que también con Bolivia cuando tuvo la crisis interna, que creemos en un trabajo serio, silencioso, que vaya en pos de cambiar situaciones que deberían cambiarse. Y con respecto a estos temas, hablé con el presidente Raúl Castro. Hablé sobre la liberación de los presos políticos, fui prudente y firme, pero silenciosa.
Una de las deudas que tiene la izquierda latinoamericana es no haber condenado a tiempo los niveles de atropello y abuso que ha habido en la dictadura cubana. El PS acaba de firmar en contra. Se entienden las deudas históricas, los favores que se hicieron en momentos dolorosos, ¿pero alcanza eso para excusar un país en el que pasan cosas inaceptables?
Yo le decía que creo que los Derechos Humanos si son violados deben condenarse en cualquier parte. Con preocupación, veo que hay ojos cerrados frente a otros lugares donde hay violaciones a los derechos humanos que nadie menciona. Esos dobles estándares tampoco me parecen. Sin embargo, creo que en su comienzo el gobierno del presidente Raúl Castro planteó la opción de abrir espacios de libertad. Sin duda, es algo importante y necesario. Pero no creo en lugares donde desde afuera se hagan las cosas. Creo que son los propios cubanos los que tienen que organizarse y definir el camino que quieren seguir.
La derecha dice que se excedió en las platas. Evelyn Matthei habló de un aumento del gasto fiscal del 18% y Piñera, en febrero, dijo que había un déficit de US$ 7.200 millones. ¿Es cierto
El año pasado gastamos todo lo que nos permitió el Parlamento. Fue todo con leyes de la República, porque establecimos el plan de estímulo fiscal. Me llama la atención que hoy alguien se pueda sentir sorprendido de algo que fue “el” tema durante el año y medio que duró la crisis internacional y su impacto en Chile. Fue valorado por todos, porque justamente logramos empezar la reactivación del país, ir disminuyendo la cesantía, etc. Entonces, no entiendo la reacción ante algo sumamente conocido. Y lo segundo y que no es efectivo de acuerdo a la información que tengo, es que entre enero y febrero se haya gastado más de lo que se gastó en años anteriores. Consulté esto, porque me ha llamado la atención. El primer trimestre no está ni siquiera ahora cerrado. Lo único que hay es el gasto enero y febrero, y en el mes de enero, si no me equivoco, el gasto fue de un 7%, menos incluso al 8% del año pasado. Entonces, la verdad no sé qué cuentas están sacando.
¿Cree que la derecha que llega ahora al poder es muy distinta a la que gobernó en tiempos de Pinochet? ¿La ve muy cambiada, tal como se nos ha querido contar?
En mi experiencia como Presidenta o como ministra, he podido trabajar con gente de la derecha, personas democráticas genuinamente. Personas que, imagino, se calificarán algunos de liberales, de una perspectiva amplia, personas que han tenido la mejor voluntad para contribuir cuando yo era gobierno, y también personas que más bien recuerdan a la antigua derecha, que es la que creo que este país no necesita.
¿En qué piensa cuando habla de “la antigua derecha”?
En la Teoría del Desalojo, por ejemplo. Pienso en aquellos que creen que pueden imponerle un tipo de vida y un tipo de valor a la sociedad. Por ejemplo, la píldora del día después. O sea, gente que en la práctica piensa que los derechos de las personas no son concebidos como derechos, realmente, y sienten que una autoridad como un alcalde o una alcaldesa puede tomar la decisión en algo donde existen las condiciones para que la gente tenga acceso. Y no al revés, enfrentar todas las alternativas para que las mujeres puedan tomar las mejores decisiones en función de su realidad, de sus principios y sus valores. Esa derecha que uno ve prejuiciosa…
¿Clasista a veces?
Estaba pensando una palabra para aquello… Mmmmm… Creo que mi gobierno, uno de los resultados que va a tener o que ha tenido, es que, difícilmente, alguien en una empresa se va a atrever a decir mañana: “No la vamos a contratar porque es mujer”. Hubo un cambio cultural en eso. Difícilmente, alguien se va atrever a decir que es clasista. En este país hemos progresado también en la idea de que hay ciertos valores democráticos, y que si alguien no los tuviera no lo confesaría tampoco. ¿Pero sabe qué creo? Que tal vez uno echa de menos una representación más amplia del Chile que somos. No tengo ningún prejuicio de dónde las personas hayan estudiado o trabajado, pero el ideal es que ese 53% que votó por Piñera esté debidamente representado en su gobierno y también el restante, porque un gobierno tiene que gobernar para todos los chilenos.
Con la derecha en el poder, ¿a qué retrocesos le teme?
Por ejemplo, creo que Chile es un país que tiene una situación financiera internacional suficientemente potente como para poder pedir créditos en muy buenas condiciones, para poder llevar adelante la reconstrucción, y no necesita, como leí en el diario, privatizar las empresas estatales que están funcionando bien. Esas son situaciones en las cuales habrá que estar muy alertas. El terremoto no puede ser una excusa para explicar cualquier cosa. El terremoto es una tragedia y sé que el gobierno de Sebastián Piñera tiene una tarea compleja por delante, y por eso he dicho que vamos a tener la mejor voluntad para apoyar en todo aquello que vaya en bien de la gente. Pero no puede ser excusa para un conjunto de otras cosas.
¿Qué le han parecido los nombramientos de Piñera?
En términos de la calidad de los nombramientos, hay que dejar que el tiempo demuestre si eran las personas más competentes o no. No me cabe la menor duda que son personas que tienen calificaciones determinadas, no sé cuánta experiencia en el sector público, probablemente escasa, pero hay que darle tiempo a que puedan demostrar sus competencias y sus capacidades.
¿Qué le parece el caso del gobernador del Biobío y de la lista de muertos con nombres repetidos? Eso no habla mucho de eficiencia.
Desconozco las razones que llevaron a Sebastián Piñera a nombrar a un gobernador que estaba involucrado en algunas situaciones irregulares. Yo lo aconsejé, cuando conversé con él, que cuando uno tiene que nombrar autoridades en regiones, uno no tiene toda la información a la mano y, generalmente, debe creer en lo que le señalan otros. Y le dije además que mi experiencia me había demostrado que era muy bueno antes de nombrar a alguien, buscar todos los antecedentes administrativos, legales, y que incluso en Google, ja, ja, ja, uno podía encontrar información pertinente. Desconozco en este caso específico qué fue lo que pasó, pero como a mí me importa mi país, en su momento hice las recomendaciones y sugerencias a partir de aquellas cosas que a uno no le habían salido bien, porque a lo mejor no había tomado en consideración elementos de esa naturaleza.
¿Dónde fue esa reunión?
Fue una reunión que tuvimos aquí los dos.
¿Y de paso le sugirió que vendiera LAN lo antes posible?
No hablamos del tema específico. Sin embargo, quiero decir que siempre he tenido una sola línea en este contexto, y es que creo indispensable separar los negocios de la política. Esencial. Y como el Presidente señaló su intención de hacerlo, él tendrá que explicarle al país por qué esto no ha podido ser concretado hasta ahora.
LA DERROTA
¿Cómo es que un gobierno que termina con la más alta popularidad de la historia de Chile no le hereda el respaldo a un candidato de su coalición?
Ricardo Lagos tenía 60% y yo saqué en primera vuelta 46,50%. Le diría, entonces, que no existe una transferencia mecánica.
El candidato presidencial podría haber sido más de las nuevas generaciones, ¿no le parece? Sin por eso condenar al que haya sido, pero no acompañaba el ritmo de la historia.
Mi impresión, y lo he dicho muchas veces, y me imagino que más de alguno se molesta por este juicio, es que no todos en la Concertación supieron leer lo que mi candidatura representaba y lo que la gente buscaba al apoyarme como Presidenta de la República. Al haber leído eso, sin duda, habría habido más opciones de posibles candidatos.
¿Qué fue lo que no vieron para tenerlo claro en la otra vuelta?
Liderazgo cercano, genuino, y aquí no estoy calificando a nadie que no lo esté haciendo. Estoy diciendo lo que desde mí óptica la gente vio en mí, y siguió viendo al cabo de los cuatro años. Y esto exige de verdad, por eso, creo que la reflexión de la Concertación es central, de los partidos y también de aquellos que de alguna manera están vinculados o se alejaron por distintas críticas a la manera de hacer las cosas. Volver a hacer patente ante la gente el sentido más profundo de la política, que es el de transformar el mundo, es esencial en los liderazgos que pueden surgir y en los liderazgos que hoy existen. Que reaparezcan los sueños colectivos, y no ocurra como muchas veces que lo individual es lo que aparece con más fuerza. Creo que ese es un desafío no sólo de la Concertación sino que de todas las fuerzas políticas.
A los que le echan la responsabilidad en la derrota, ¿qué les diría?En una derrota electoral todos podemos y debemos hacernos la autocrítica necesaria; y yo he hecho un análisis y mi apuesta siempre fue que mi aporte como Presidenta era hacer el mejor gobierno posible. Cumplirle a la gente, porque eso significaba reivindicar la política y lograr que volvieran a confiar en que había una política que cumplía, que no eran palabras de una campaña electoral que se las llevaba el viento. Mi apuesta no fue hacer la tarea que les competía a los partidos y que les compete, sino hacer la tarea que compete al liderazgo presidencial. Si hay otros elementos que pueden ser criticables, no tengo ninguna dificultad para considerarlos y mirar si así fue o no. Sin embargo, lo que lamento cuando se busca culpables, es que muchas veces aquello está acompañado de no mirarse para adentro, de no decir en qué fallamos; en qué momento dejamos de representar lo que éramos ante la gente. Los logros de la Concertación han sido extraordinarios, de verdad le cambiamos la vida a la gente, pero, evidentemente, la última elección significó que una parte de la población chilena rechazó una manera de hacer las cosas de algunos sectores políticos, y esa es la discusión que hay que hacer hoy día: en qué momento la gente dejó de creer que ésta era la mejor opción.
¿En qué cosas cree la Concertación, que no cree la derecha? ¿Dónde se podrían producir las diferencias a la hora de organizar la reconstrucción?
Recién ahora la Concertación va a iniciar un debate más profundo, más estratégico, porque no coincido con lo que han señalado que ya terminó la emergencia. Van pasar tres o cuatro meses hasta que termine la emergencia y ahora sobreviene la segunda etapa más grave, viene el invierno y la gente todavía está en carpa, tiene algunos elementos, pero aún no se resuelven lugares para vivir. Segundo, se están haciendo los análisis y planteamientos sobre qué tipo de país vamos a reconstruir; y yo he escuchado frases súper generales y estamos todos de acuerdo en que tiene que ser mejor que el anterior. Pero ¿de qué estamos hablando? Y aquí quiero hablar del tipo de abordaje al que yo he llamado “reconstrucción humana”. Y que es, que cualquier reconstrucción tiene que hacerse con la gente. La gente tiene que ser partícipe del proceso de reconstrucción. No sólo para reconstruir lo material sino que también lo emocional, que es fuertísimo.
¿A qué se refiere?
La gente está aterrada. Algunos tuvieron una pérdida de seres queridos, pérdidas materiales de lo construido durante toda su vida. Hay mucha gente que está deprimida y se sabe, perfectamente, que después de una tragedia de esta naturaleza viene todo un efecto postraumático, que viene como a los dos meses. La experiencia que existe de una serie de terremotos anteriores es que para salir adelante, no sólo para levantar una casa, sino que para levantarse como país y como personas- para “resignificarse” dicen los siquiatras- es que uno tiene que ser parte de ese proceso. Es distinto desde el punto de vista social, terapéutico, y además desde el empoderamiento de los ciudadanos, el que ellos sean parte de las respuestas. Yo no he visto eso hasta ahora y no quiero ser prejuiciosa, pero es de lo que uno intuye, de lo que lee, del tipo de discusión que está existiendo, y por otro lado, de cómo se entiende la relación con la ciudadanía. El mejor ejemplo es lo que les sucede a las ex delegadas presidenciales de mi gobierno, con quienes me reuní hace unos días, y me contaban que aún reciben llamados y siguen visitando las zonas afectadas porque la gente necesita dialogar y ser parte de las soluciones.
¿Qué va a hacer ahora?
A fines de marzo lanzamos una Fundación, que en principio se llamaría Dialoga, que tiene como sentido hacer converger a hombres y mujeres de la Concertación e independientes, donde el motivo principal es aportar a la reconstrucción de Chile y también al Chile del mañana. La idea es poder convocar a distinta gente, que tenga ideas, propuestas, planteamientos, para seguir colaborando con Chile. Porque estoy convencida que no sólo uno puede aportar al país desde el gobierno, sino que también desde la sociedad civil.
¿Cómo le gustaría usar su capital político? Porque usted podría ser una candidata posible para el 2014, pero también puede preferir que sean otros los candidatos? ¿Qué opción la tienta más?
Cualquiera que esté pensando en el 2014 está en un error. Lo que quiero, o creo necesario, es que surja una enorme cantidad de liderazgos jóvenes y algunos no tan jóvenes, porque si soy antidiscriminación, no voy a discriminar por edad. Lo que importa es que sea gente que represente.
¿Ve algunos liderazgos?
Sí, veo a varios. A la Carola Tohá, Lagos Weber, Alberto Undurraga, Claudio Orrego, Fulvio Rossi, Marcelo Díaz, por nombrar algunos, porque hay muchos. Hay una generación de personas sensibles y capaces. Y a mí me parece que lo más importante, junto con los liderazgos, es este debate profundo, que va más allá del cónclave que va a hacer la Concertación, y que requiere de un estudio muy acucioso de los cambios de nuestra sociedad. Nuestro país ha cambiado muchísimo y en el día a día no somos capaces de percibir eso.
¿Hay cambios que no le gusten?
Si bien se avanzó, aún no se ha logrado modificar el diseño de la sociedad que vimos en los ‘80, donde el individualismo era muy relevante. Creo que más allá de que los individuos siempre tienen un tremendo valor y las personas hacen la diferencia, lo que vimos como respuesta al miedo post terremoto, que se tradujo en actos delictivos, expresa el “sálvese quien pueda”. Uno también vio ejemplos maravillosos de solidaridad y heroísmo. Tal vez ese individualismo es algo que uno encuentra más focalizado en algunos sectores, pero diría que hay que empaparse más de este nuevo Chile producto de lo que hemos hecho nosotros. Vi en algún periódico posterior a la segunda vuelta donde decían: “la señora Juanita quiere otra cosa, ya no le basta lo que le ofrecían antes, porque ya tiene todo eso”. Y claro, ahora quiere otras cosas. Y las fuerzas políticas y sociales tienen que hacer ese balance, empaparse de este nuevo Chile, y a partir de eso generar las propuestas de futuro. Creo que tiene que haber muchos liderazgos, yo voy a jugar mi parte, y estoy súper disponible a apoyar con ideas, planteamientos y con propuestas a este Chile que queremos.
TERREMOTO Y TSUNAMI
El tsunami no se advirtió. ¿Cómo sucedió eso?
Cuando vi que mis hijas estaban bien, empecé a llamar a La Moneda y a la Onemi, que es quien informa del terremoto. Todavía no sabíamos grado, epicentro, nada. Y no hubo caso. Con La Moneda logré hablar varias veces, pero se cortaba. Entonces, opté por lo que había hecho siempre ante un desastre: partir a la Onemi de inmediato. Y me demoré 40 minutos, porque no había semáforos. Ahí me enteré del grado del primer epicentro informado en tierra, y no en el mar, y se me dijo que el SHOA no había dado alerta de tsunami. Delante de mí preguntaban y preguntaban y no había alerta. Bueno, había llegado el fax de las cuatro de la mañana, en el intertanto, decía por qué no se ha dado alerta de tsunami y la instancia que tiene que darla insistía que no. En algún momento el general Le Dantec habló con el comandante del SHOA, me pasó el teléfono, y el comandante del SHOA me dijo “mire, si ya no se dio, no se va a dar”. No sé qué hora sería, pero estábamos sumamente inquietos. Ahora la Armada está haciendo sus investigaciones. Yo conozco lo que a mí me tocó vivir ahí, que lo que funcionaba era el HF en la Onemi y el SHOA.
¿HF?
Es una radio, un sistema de radio. Y finalmente, funcionaron algunos teléfonos. Yo estaba muy inquieta. Por eso, cuando me preguntaron los periodistas -leí en el diario que había sido a las 05:40, fue en directo, en todo caso- dije “de acuerdo a las informaciones de la Armada no hay alerta de tsunami, sin embargo, yo quiero pedirle a la gente que si vive al lado del mar y hay réplicas fuertes que vaya a los cerros”.
Le costó a la Armada reconocer responsabilidades.
Creo que el almirante rápidamente hizo un reconocimiento, tomó las decisiones e inició la investigación pertinente. Y el epicentro fue frente a Cobquecura, pero eso se supo a las seis de la mañana, cuando hubo varias olas. Más allá de lo que a cada uno le tocó vivir en sus distintas partes, creo que fue un terremoto de la magnitud más compleja que ha tenido Chile y no lo digo porque me haya tocado enfrentarlo. Hemos tenido el terremoto más grave del mundo, en Valdivia, pero era ahí y los alrededores. Acá teníamos seis zonas afectadas con catástrofe, seis regiones, una extensísima costa con terremoto y tsunami, y de una dimensión que no sé si hasta el día de hoy está absolutamente calculada, y una sensación de inseguridad brutal. Un desastre de la naturaleza que puso a prueba las capacidades del país, que las tenía adecuadas para un desastre de los habituales.
¿La Onemi no dio abasto?
No, no dio abasto. Porque más allá de la Onemi, lo que es la referencia al nivel de las localidades es mínima, las Oremis son 2 ó 3 personas. Ahora, bien reforzado con las Fuerzas Armadas, porque desde que fui ministra de Defensa, en las inundaciones del año 2002 y 2003 innové y envíe a la Onemi a gente del Estado Mayor. Y desde esa época hasta ahora cada vez que hay algo están los encargados, los enlaces del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Cuando llegué a la Onemi ya estaban varios de ellos ahí sentados, trabajando de un comienzo, con Carabineros, con la PDI, con otras instancias de organizaciones civiles, la Cruz Roja. Me había dado cuenta con el terremoto de Tocopilla, y después con Chaitén, que el sistema sismológico era bastante precario y el vulcanológico también. Y por tanto, entregué recursos para dotar a sismología, que era de la Universidad de Chile, con el equipamiento necesario, pero aún no les ha llegado. Le pregunté a los sismólogos por qué este cambio en el epicentro. Claro, si se hubiera sabido a las 4 de la mañana que era en el mar, probablemente aunque el SHOA no hubiera dado la alerta de tsunami la habrían dado otras personas, y la verdad es que los sismógrafos no transmiten si no hay luz. Y los que van a comprar, que yo pasé la plata, son independientes y van a permitir estar en perfectas condiciones. Pero todavía no llegan.
¿Porque no salieron antes los militares?
Salieron. Lo que pasa es que aquí hay discusiones que son mitos. El año 60 fue la última vez que se hizo un Estado de Excepción de Catástrofe, porque existe otra categoría que es la Zona de Catástrofe, que es la que permite que los militares salgan a hacer tareas humanitarias, y eso se ha hecho siempre desde los 60. Nadie ha necesitado Zona de Excepción para que salgan los militares, y salieron de inmediato. Estaban ahí, yo tuve reuniones el mismo sábado, el domingo. Pero claro, Chile es un país largo, había seis zonas, había que mandar de Calama, de Puerto Montt, nosotros decretamos de inmediato Zona de Catástrofe. Toda esta patilla, y mito de que yo habría tenido temor de sacar a los militares a la calle… ¡pero si yo los he sacado todas las veces! Como ministra de Defensa fui la que moví para que fueran a Haití, he trabajado en todos lados con ellos, no tengo ningún prejuicio, nunca, y tengo muy buenas relaciones con el mundo militar. Pero la Zona de Catástrofe permite todo, salvo restringir libertades y derechos civiles. Eso se llama Toque de Queda y en Santiago no hicimos eso, se resolvió el problema del orden y seguridad pública sin eso porque con las fuerzas que existía fue posible.
Pero hubo generales que salieron con declaraciones incómodas, como el de la FACH, hablando que tenía listas sus naves, y no entendía por qué no se le pedía movilizar.
No voy a volver sobre lo anecdótico. Dije que logré salir a las 9 de la mañana desde un helicóptero. Quiero insistir en lo profundo de esto, y en las vulnerabilidades que hay en un país cuando tiene una tragedia de estas dimensiones. Fallaron las comunicaciones, me demoré 40 minutos en llegar de aquí a la Onemi, los pilotos se demoraron en llegar horas; lo que había listo era un avión que partía a Isla de Pascua. Lo que quiero decir es que hubo un daño de comunicaciones tremendo, aquí no hubo falta de voluntad, nadie faltó a su deber, todo el mundo hizo lo más que pudo. Lo que tenemos que generar ahora, más allá de una evaluación profunda, es pensar por el país que somos, sísmico y largo, cómo se sigue avanzando. La infraestructura se logró reparar, pero tuvo daño importante. El país no se aisló, menos de 48 horas después empezó a llegar ayuda de todas partes, instalamos un puente aéreo, marítimo y terrestre, de todos lados. Por supuesto, como siempre cuando son millones las personas afectadas hay gente a la que le llega antes y después. Se hizo todo lo que se tenía que hacer, se tomaron todas las decisiones oportunamente y en la medida que la información lo permitía.
Usted salió en helicóptero a recorrer. ¿Qué impresiones se llevó?
Llegué a Talca porque la información que tenía decía que el epicentro había sido en Maule. Primero se dijo que era cerca de Cauquenes y luego Cobquecura. Antes de ir, había hablado con Jaime Tohá, con varios intendentes… Y bueno, una de las cosas más impresionantes fue cuando nos decían “no hubo tsunami”, y de repente nos llega el aviso, a través de un observador de meteorología, que en Juan Fernández hubo tsunami y por aquí, por acá, rebuscando, logré hablar con el cabo del retén de Juan Fernández y el alcalde, que estaba ahí, y supe todo, que se había destruido todo. Entonces, cuando hablé con el señor del SHOA le dije “pero cómo está diciendo esto, si hubo un tsunami en Juan Fernández, hablé con el cabo, con el alcalde y está todo el pueblo destruido, toda la parte de abajo, las casas, y hay desaparecidos”.
Y ahí hicimos una evaluación con la información que se tenía y que era poca, porque no había. Y la información era la que venía con la radio. Pero en la radio había de todo, desde información que estaba confirmada, hasta se dice tal cosa. El lunes desde Concepción se decía que en el incendio famoso de una tienda comercial, La Polar, habían muerto 19 personas. Ya estaban los militares en la calle. No sabía si habían muerto en un incendio, si habían disparado. Finalmente todo eso era falso.
¿De qué hora hablamos?
10 de la mañana, todavía no había confirmación de nadie de tsunami. Había sospechas, porque las radios decían cosas. El jefe de la PDI me dijo “creo que algo pasó en Constitución, porque me logré comunicar con el cuartel y me dicen que está en el borde del río, y hay un metro de agua adentro”. Yo, que iba a Concepción, me fui a Constitución, y ahí llegaron los bomberos, entramos al gimnasio municipal y había tres cuerpos, porque la morgue del hospital estaba copada. Recorrí en el carro de bomberos, vi los destrozos, los carabineros tratando de rescatar gente de las casas; me reuní con el alcalde para ver qué pasaba y en qué podíamos ayudar. Seguía temblando fuerte. Luego fuimos con el radiopatrulla, hasta el borde del río, toda la zona que había sido devastada. Recorrimos en helicóptero. Era realmente muy impresionante, tanto lo del terremoto, como lo del tsunami.
¿Le dio pena dejar el gobierno con un buen pedazo del país en el suelo?
Me dio una tristeza profunda que no se me quita todavía. Luego nos fuimos bordeando la costa, donde había una vaguada costera que nos impidió ver cada una de las caletas. Fuimos viendo grados de destrucción de cada uno: Pelluhue, Dichato, todos. Dichato fue una cuestión conmovedora. En Concepción me reuní con el intendente y el comité de emergencia en el aeropuerto, tal como lo hicimos en Talca. Yo había mandado tempranito a la subsecretaria de Hacienda, que es de allá, y el subsecretario del Interior; el ministro Vidal y Bitar fueron a la Sexta región y se quedó a cargo de todo el ministro del Interior, en la Onemi. Y ahí vimos todas las medidas y las cosas que había que hacer. Pero la verdad es que requerimos de gente que se ponga a pensar muy en serio cuáles son los niveles de comunicación suficientes en un país con nuestras características. Hoy la gente dice “si hay que tener sistemas satelitales”. Pero hay parte de Chile donde los teléfonos satelitales no funcionan, me consta, en mi práctica personal y como Presidenta.
¿No tenían teléfonos satelitales? Cuando llegó Hillary Clinton, parecía que traía algo como un Atari.
No, yo tenía, siempre hemos tenido, pero siempre arrendamos para las ocasiones que es necesario tener, no hay un grupo de celulares satelitales. Pero lo que quiero decir es que no nos contemos cuentos de piratas: yo, como ministra de Defensa, cuando tenía vacaciones en Caburga, allá no funcionan los sistemas satelitales, de repente no. Y como Presidenta, lo mismo. Tuve que inventar otro sistema, nada que ver, para poder tener contacto con el mundo. No hay la solución mágica, “¿cómo no se le había ocurrido a todos estos idiotas?”. Aquí hay que buscar, y funcionan cosas como súper prácticas y chicas. Yo cuento como anécdota que del teléfono más antiguo y chiquitito del escolta pude hablar con Obama, con el Rey Juan Carlos, con la Hillary en Concepción, donde no entraba ningún otro tipo de llamada.
Uno de sus temas era el empoderamiento de la sociedad civil. Empezamos con los pingüinos y terminamos con los saqueos en la calle. ¿Qué reflexión hace de eso?
No veo ninguna línea de relación entre una cosa y otra. Creo que hay dos cosas muy distintas: una es un movimiento estudiantil que tenía un objetivo legítimo, mejorar la calidad de la educación pública en Chile, más allá que algunos de ellos pudieran ejercer ese derecho de manera inadecuada, a través de actividades violentas, yo creo que la gran mayoría de los estudiantes la ejercían de una manera pacífica. Y el derecho en una democracia, ya que hemos hablado tanto de la preocupación de tantos por las libertades políticas y civiles, es que justamente la gente puede expresarse, siempre que lo haga respetando el derecho de los demás. Distinto, muy distinto, del saqueo, y como se pudo comprobar, de elementos que no tienen nada que ver con la sobrevivencia, que se generó en grandes urbes y que creo que nos tiene que hacer pensar como sociedad, qué pasa en esas grandes urbes que se generan fenómenos de esa naturaleza, que más allá de que la fuerza pública o militar tenga que reprimirla, qué pasa que se genera; cuánto hay ahí de frustración, de marginalidad, o en algunos casos de delincuencia.
O del modelo de sociedad o no.
También… Por eso digo que como sociedad tenemos que hacernos esa pregunta. Porque, fíjese, creo que las comparaciones pueden ser odiosas, pero hay una cosa que me llamó poderosamente la atención y por eso no es sólo un problema de modelos de sociedad, porque también tiene que ver con prácticas de vida, porque lo que vimos en la televisión en Concepción, en Talcahuano, y en Santiago, no se vio en Maule, o en ciudades un poco más pequeñas, en los pueblos. Y probablemente tiene que ver con que en los pueblos más chicos la estructura social, la manera de tejer redes entre la gente, lo hace capaces, ante la desgracia, de funcionar más a través de la solidaridad que a través de lógicas individuales. Allá la gente… hubo algunos robos, pero lo que más hubo fue susto. De hecho cuando llegué a Curicó, el general no había decretado toque de queda, y la gente me pedía mí que lo decretara, y él me dijo “pero es que no se justifica, Presidenta”. Y le dije: “pero es que la gente está tan aterrada, que están durmiendo afuera de las casas, porque tienen miedo de que los asalten, entonces por qué no le decreta toque de queda como apoyo al momento emocional que está viviendo”. Y se decretó. Incluso el general Ramírez, me contaba que, con toque de queda y todo, la gente estaba en las calles, hacía fogata, armados, y que él tenía reuniones con las juntas de vecinos, con cien personas, y les decía: “¿a quiénes de ustedes los han venido a asaltar?”. A ninguno, le decían. “¿Quién conoce a alguien que lo hayan asaltado? Ninguno. Entonces ¿por qué es esto?”. “Es que estoy aterrado, es que mi familia, es que tengo dos hijas y si viene una horda y me la viola, porque alguien comentó”.
Me parece que más allá que es un proceso natural, que cuando hay una tragedia o un desastre la gente tiende a la necesidad de querer que todo se haya hecho perfecto, de inmediato, y que el que no lo hizo es culpable, y todo aquello, los niveles de liderazgo no significan ser caja de resonancia de los temores, de los terrores, y de las angustias de la gente. Por el contrario.
¿Estamos hablando de Jaqueline van Ryselbergue?
Estamos hablando de los medios de comunicación, estamos hablando de liderazgos de cualquier tipo. Liderazgo significa ser capaz de conducir, contener, y no ser caja de resonancia.
Pero en el caso de ella, que la acusó directamente…Ella acusó al intendente, acusó a todo el mundo. Creo que los liderazgos tienen que hacer su trabajo. Primero, aquí no es un trabajo de gobierno nacional y los otros esperan ver qué reciben. Aquí, cada instancia tiene sus estructuras de emergencia, tiene que hacer su trabajo, tiene que estar con su gente. Y tiene formas de vincularse a través de los medios. Yo por lo menos nunca le mando recados a nadie por los medios, si tengo algo que decirle a alguien lo llamo por teléfono o lo invito a una reunión y se lo digo personalmente. Pero más allá de ella, hoy como intendenta va a ver qué significa gobernar efectivamente en amplia escala y cómo es bueno e importante poder trabajar bien con los alcaldes, que son las autoridades responsables de su localidad, y creo que va a ser una experiencia muy enriquecedora para la ex alcaldesa.
ESTA PRESIDENTA
¿Qué aprendió en estos cuatro años gobernando Chile?
Aprendí mucho más de la naturaleza humana. Porque a veces de los seres humanos se ve sólo una parte y uno en este cargo tiene la posibilidad de verlas todas. Conocí Chile de punta a cabo, pero no sólo la geografía, este cargo te permite entrar a la casa, al alma de las personas. Porque las personas buscan refugio o acogida en los presidentes, o en esta Presidenta. Y eso fue algo, realmente, muy muy valioso. Yo lo valoro porque a mí esas son el tipo de cosas que me importan. Porque la gente me importa, yo quiero a las personas; y cuando la gente me expresa cariño siento que ellos se dan cuenta del cariño que yo siento por ellos, y el cariño es genuino.
¿Es entretenido ser presidente?
Tiene cosas maravillosas, y tiene cosas que no se las daría nadie.