El pasado 18 de junio falleció en Buenos Aires Ethel Morgan, pionera de la Nueva Espiritualidad de las Mujeres y del Movimiento de la Diosa en Argentina.
Una Maestra que despertó en muchas mujeres una conciencia espiritual de género, inmanente y sanadora. En los años 80 Ethel tomó contacto con el Movimiento de la Diosa encontrándose con un feminismo que no rechazaba la dimensión sagrada de la vida sino que, por el contrario, surgía de la defensa de los derechos de las mujeres y cuestionaba profundamente el patriarcado de las religiones tradicionales y la violencia hacia la mujer enraizada en muchas de esas teologías. Al mismo tiempo, ese movimiento empoderaba a las mujeres para que recrearan su propia sacralidad, sus propias tealogías, cosmovisiones, rituales y experiencias espirituales, inspiradas tanto en las ancestrales Diosas, muchas procedentes de pueblos y períodos prepatriarcales, como en los arquetipos femeninos que resurgían del inconsciente personal y colectivo de las mujeres. Ethel quedó fascinada, había encontrado algo que deseaba profundamente: un tipo de sacralidad donde podía integrar sus búsquedas espirituales con la liberación femenina a la que adhería sin dudas, para reencontrarse con su verdadero yo femenino.
Para ella, la Diosa se transformó en el núcleo que reunió “los pedazos de mi feminidad desconocida y fragmentada, perdida y dispersa; adherida por partes a los que creía amar y que eran sólo proyecciones de mi propia identidad desconectada su núcleo aglutinante”, Ethel Morgan “La Diosa en Nosotras”. Ella comprendió intensamente lo que proponían las impulsoras de este Movimiento y se nutrió de todas las investigaciones, visiones y creaciones de sacralidad femenina de esta corriente desde sus inicios. Una de esas creaciones fue el tarot Madre Paz que Ethel adoptó rápidamente como una herramienta conectora de las tradiciones ancestrales de las Diosas, el feminismo, la psicología arquetípica, la problemáticas de género y la nueva conciencia femenina. Con este tarot de Vicky Noble y Karen Vogel, el primero creado íntegramente por mujeres y con un criterio feminista, en 1988 Ethel comenzó a dar cursos con el afán de poner en contacto a las mujeres con esta nueva espiritualidad y cosmovisiones desarrolladas por mujeres con conciencia de género, algo totalmente inédito para las argentinas que solo conocían espiritualidades o religiones creadas y dominadas por varones.
El trabajo de Ethel fue inmenso, entre otras cosas, porque tradujo una cantidad considerable de investigaciones de arqueólogas, antropólogas, expertas en mitos, sacerdotisas, chamanas y ritualistas, ocultistas feministas, psicólogas junguianas, etc., de EEUU y Europa a las que solo se accedía en idioma inglés. Ethel quería compartir todo el potencial de este movimiento que estaba revisando la historia sagrada de las mujeres, de las brujas y de las Diosas, sus incontables manifestaciones simbólicas, sociales y sexuales y su posterior eliminación con la llegada del patriarcado religioso y cultural. Su tarea también fue innovadora porque en aquellos años los varones dominaban la espiritualidad tradicional y la naciente “la nueva era” como autoridades religiosas y maestros indiscutibles que -en la mayoría de los casos- seguían difundiendo un modelo femenino subordinado.
En sus cursos Ethel siempre ofrecía ópticas diferentes de lo femenino (y de lo masculino) y en el último que dictó, por ej., propuso trabajar con una Cábala Femenina llevando a las Diosas a las diez esferas del Arbol de la Vida, algo que a ningún maestro varón se le había ocurrido en estas tierras. Siendo una mujer de gran erudición, experiencia y comprensión de lo Sagrado Femenino, Ethel no se posicionaba como los maestros espirituales conocidos y nunca exigió veneración ni pleitesía de sus alumnas y compañeras. Más bien retomaba las palabras de Zsazsanna Budapest cuando decía que “ninguna bruja se inclina ante nadie”. Así, alentaba a las mujeres a que siguieran sus propias intuiciones antes que someterse a dictados espirituales de una sola persona, sea varón o mujer. Algo de eso se reflejó cuando Ethel adoptó el nombre Morgan para honrar a Morgana con la que se identificó para expresarse espiritualidad, y no con un nombre dado por un maestro o gurú. Por otra parte, con este nombre también podía tomar distancia de su apellido familiar Contusi, asociado al mundo artístico masculino, ya que su abuelo y padre son los famosos poetas y autores de tangos. La visión de lo Divino Femenino y de la conciencia femenina, reprimida por el patriarcado, que retornaba en la segundo mitad del siglo XX con una nueva espiritualidad femenina, inspiró a Ethel su obra más importante: “La Diosa en Nosotras, diez maneras de ser mujer” publicado en 1993. Un libro que hoy día sigue arrojando luz al presentar la identidad de género con una trama de nueve arquetipos que emanan de la diosa Creadora, bajo la forma de la Energizadora, Limitadora, Protectora, Iniciadora, Desafiante, Liberadora, Conectora, Nutricia y Potenciadora. Un conjunto psicológico sanador más amplio e integral que la tradicional dualidad femenina del patriarcado (santas o pecadoras, madre o puta, etc.). “Estos diez aspectos han sido venerados en las diversas religiones de la raza humana, pero pueden encarnarse como otras tantas maneras de ser que se abren en la mujer universal en su momento de gran florecimiento. La Diosa ante todo es un modelo múltiple, que puede mostrarnos nuestra verdadera esencia multiforme… El concepto de la Diosa no nos ubica en un campo religioso separado de la cotidianeidad terrestre, así como tampoco la verdadera espiritualidad de las mujeres se desentiende del aquí y ahora. Por el contrario nos reconecta con una amplia gama de posibilidades prácticas y concretas de lo femenino arquetípico, según un proceso en el que lo divino y lo humano femenino se realimentan mutuamente”, Ethel Morgan “La Diosa en cada mujer”. Ethel siguió los pasos de Caitlín Matthews, una de sus maestras espirituales más queridas, al dar su propia visión de los diez arquetipos que esta maestra galesa redescubrió en la leyenda artúrica, en las cosmovisiones indígenas de América y en los mitos de Cercano y Lejano Oriente. Y se nutrió con la sabiduría de Marija Gimbutas, Barbara Wlaker, Merlin Stone, Charlene Spretnak, Mary Daly, Marion Woodman, Christine Dorwinng, Silvia Brinton Perera, Jean Shinoda Bolen, Mónica Sjöö, Starhawk y Budapest, entre muchas otras, a las cuales siempre nombraba y reconocía como importantes influencias en su trabajo y en su vida. De esta manera, todo el aporte del Movimiento de la Diosa se amalgamó en Ethel con sus experiencias personales, proporcionándole una actitud de vida original y liberadora. En los años 90 Ethel escribió numerosos artículos sobre esta nueva Conciencia Femenina lunar y solar -como le gustaba sintetizar- en la revista Uno Mismo y suplementos de esta publicación editados en varios países de Latinoamérica. Y en el nuevo siglo, retirada ya de sus cursos, escribió sobre la Nueva Espiritualidad de las Mujeres, Diosa, Lilith, Ginergía y Tealogía para el “Diccionario de Estudios de Género y Feminismo” coordinado por Susana Gamba y en el “Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas” editado por Torcuato di Tella, Gamba y otros. También participó en algunas ediciones del portal y de la Agenda de las Mujeres, sabiendo lo importante que es difundir los estudios espirituales de género para las generaciones presentes y futuras de habla hispana. “Con su acento en la inmanencia, que permite percibir lo divino en el plano material, la nueva Tealogía ya les ha posibilitado a las mujeres recuperar el sentido de sacralidad de sus cuerpos y sus procesos naturales y ha fomentado una preocupación ecológica acorde con el respeto por la vida que la cultura patriarcal ha olvidado o dejado de tener en cuenta”, Ethel Morgan, Diccionario de Estudios de Género y Feminismos. En su velatorio, despojado de cualquier imagen cristiana y masculina, sus enseñanzas se hicieron carne cuando sus amigas, compañeras y parientes formamos un círculo tomadas de la mano alrededor del feretro para invocar a Isis, la Gran Diosa de la que Ethel era muy devota, conectarnos con el cielo, la tierra y el otro mundo, con lo sagrado femenino y lo sagrado masculino y cantar para nuestra Maestra expresando nuestras emociones, reconocimiento y agradecimientos a esta gran mujer que trajo tantas revelaciones y sabiduría a nuestras vidas. Al finalizar cada una/o se trazó sobre el cuerpo la estrella de cinco puntas, la estrella de Venus y de las brujas, tal como Ethel nos enseñó. En su propio ritual de muertos ella nos reunió en una ceremonia que para la mayoría fue inédita e iniciatica. Tuve la enorme gracia de tenerla como Maestra espiritual, Hermana del alma y Amiga. Gracias a ella mi vida cambió, se amplió y profundizó cuando Ethel me enseñó a percatarme del gran poder creativo, sanador y transformador de lo Sagrado Femenino en cada mujer y sobre los arquetipos guías de nuestra conciencia profunda a fin de vivir como mujeres plenas y realizadas con una identidad de género integral en la vida cotidiana. Con ella aprendí que no era necesario renunciar a la dimensión sagrada para ser feminista y a la vez participar de la recreación de lo Sagrado Femenino como un derecho indispensable que recuperamos como propio. ¡Hasta la próxima querida Maestra, amiga y hermana, te deseamos una buena vida en el Otro Mundo!!! Bernardo Solsticio de Analía Invierno 2008, Hemisferio Sur